lunes, 11 de febrero de 2013

David Barro: POESÍA, MÚSICA Y OTROS APUNTES. A PROPÓSITO DE LA OBRA DE CHRISTIAN VILLAMIDE.


POESÍA, MÚSICA Y OTROS APUNTES. A PROPÓSITO DE LA OBRA DE CHRISTIAN VILLAMIDE. David Barro



POESÍA, MÚSICA Y OTROS APUNTES.
A PROPÓSITO DE LA OBRA DE
CHRISTIAN VILLAMIDE
                                                                                                                                   

Christian villamide, como un poeta, interioriza informaciones, las incorpora a su conciencia para tornarlas sentimiento. Y es que todo valor estético es sensible antes que inteligible, como bien indica Antonio Gamoneda, lo local es lo sensible y lo que se pretende universal, lo informado, se convierte en secundario, accesorio o, como máximo, complemento. La actitud de Christian Villamide fluye paralelamente a estos cauces, demanda un ejercicio activo, diría que adivinatorio, porque debajo de esa leve naturaleza que esbozan sus obras se esconden intencionados pensamientos que se manifiestan relajados, lejanos de artificiosidades exclamativos sonidos que regalan.

La mirada de Christian, ya sea pictórica o escultórica, se advierte intensa, que no exaltada; intensa en el sentido de búsqueda continua y, por lo tanto, imprevisible, porque sólo cuando se espera se llega a lo inesperado. Sus encuadres son sensaciones, ilusiones veladas que dificultan la visión favoreciendo el pensamiento, Éstas obligan a intuir, difuminan hasta transformar en denso lo imperceptible, amplificando lo sensitivo para hacer de la percepción más un camino hacia la emoción que hacia la razón.
En sus paisajes interiores de papel vegetal, el papel deja de ser un mero material estrictamente utilitario para acercarse a la textura de los hoshos japoneses donde los rayos de luz son absorbidos de manera blanda, similar a la superficie aterciopelada de la primera nieve. Quizás debiéramos rescatar a Valente cuando, a propósito de Tápies, aseveraba que su arte tiene la textura de la meditación. El resultado es suave, frágil, desnudo, fluido, natural, blanco, sí, sobre todo, blanco. Esa enfática simplicidad física del blanco obliga a mostrarse más sutil y medido, quizás con la intención de comunicar al espectador a la manera de Ryman, comunicar como éste “una experiencia de iluminación. Una experiencia de deleite, de bienestar y justeza. Es como escuchar música. Como ir a la ópera y salir sintiéndose de algún modo colmado”.
Hablamos de sentimiento pero no de sentimentalismo, Christian no imita ni recrea, simplemente exterioriza lo previamente interiorizado. Cuando piensa la naturaleza, la aborda desde una superación de los presupuestos románticos, ingenia sus propios códigos jeroglíficos, el objeto es reemplazado por el signo y al mismo tiempo es representado por éste. Así captura la naturaleza, o mejor, la embosca, la muestra ocultándola. Empapar de misterio parece ser su máxima. Dame Humedad, nos grita en 1995; cuando sueña, sus propias lágrimas las que lo dibujan; cuando oxida- recuperando la poesía de Jesús Otero- es tu humedad; cuando se refiere Ab initio nos recuerda que no hay nada más universal que el diluvio. Podríamos aplicar aquí la idea del pensador francés Michel Serres de la historia de la ciencia está sometida a la turbulencia, es decir, está sujeta a conexiones aleatorias de todo tipo entre diversas áreas. La ciencia avanza a partir de lo imprevisible e inesperado, en ese sentido, Christian, como Serres, desafía al buen sentido y a la rígida ordenación convencional para proponer el desorden de la poesía. Turbulencia, como torbellino, tomados como orden y desorden al mismo tiempo. Las gotas de agua caen sobre las piedras, el reflujo rodea este obstáculo, este bloque, lo más impenetrable para el agua, pero a la larga, lo atraviesa. Son acumulaciones cotidianas que condensan y dan sentido a la obra de Christian Villamide.
Estamos, sin duda, ante un pequeño universo de sutiles fusiones que desdibujan la realidad para escarbar en la exégesis de lo poético. Un universo de descubrimientos, de lecturas diferentes, de ruidos que enriquecen, obras que demandan cuidado y atención pero que no empujan ni inquietan en ese descubrir. Esas funciones o contaminaciones fueron descritas por Manuel Vilar cuando advierte que Christian “procura descomponer la representación en dos niveles o módulos, en los que el protagonismo tiene ese rugoso fondo blanco sobre el que se incorporan objetos,  restos, residuos, procedentes del mundo industrial: grifos, trozos de tuberías de cobre, queriendo darle a estos objetos que implanta en el cuadro un carácter sígmico, es decir, un sentido socialmente codificado”. Estas acumulaciones disimuladas lo acercan al pensamiento de un pionero del reciclaje como Kurt Schwitters, que aseveraba que todos los objetos son materiales artísticos potenciales y que la función del artista simplemente en mantener un equilibrio estético entre materiales contrapuestos y un equilibrio armónico en la composición.
Christian Villamide, salvando las evidentes distancias temporales e intencionales, atribuye también a cualquier objeto un nuevo significado a través de su obra; una obra llena de palabras, de matices, un archivo de mentes, inmensa, plena. Sueños, cielo, silencios, lágrimas, poemas,   fragilidades de nuestra contemporaneidad, aunque no quieras.
                                                                                             David Barro

1 comentario: